Se hicieron esperar… eran las diez en punto y el último Festival transmitido por Canal 13 no empezaba nunca. Los mismos eternos comerciales de siempre y las mismas fallidas esperanzas de que esta obertura fuera única… todo bien televisivo, porque la idea es que lo disfrutemos bien en la casita… que la galucha no haya visto ni la punta del libro de “La Magia” es un detalle. Un ballet más descoordinado que los de otros años y una curiosa mezcla entre los cuentos de hadas y King Kong abrieron la versión número 47 de un Festival que supuestamente encontramos cada vez más fome, chanta y con menos recursos, pero que no nos perdemos por ningún motivo.
Y aparecieron ellos… del mismo libro mágico y en medio de humo, challas y hasta detonaciones, salió la pareja más “mágica” que ha tenido Viña en los últimos años. Repletos de papelitos plateados y con sonrisas que parecían de auténtica felicidad, Myriam Hernández y Sergio Lagos derrochaban energía. Ella, con su pinta de Virgen María postmoderna, presentó a su “protegido”, que más bien se transformó en su protector… porque era a él a quien quería ver el ‘Monstruo’, él quien se ha dedicado a decir en cada momento que Myriam es su amiga, su cómplice, incluso su cábala. Y Lagos escondió de la mejor manera sus nervios, con frases como “con el corazón en la mano quiero agradecer a este loco, maravilloso y alucinante público”… y supo callarse justo a tiempo… cuando la gente pedía el beso… porque la gente no estaba para “sentidos” discursos, este monstruito quería acción.
Y poco importa si lo ensayaron, lo planearon o fue todo un show… por primera vez en Viña tuvimos romance de verdad. Con un paseíto a media luz, un coqueto diálogo y el supuesto beso en la boca… todo un espectáculo que esperábamos desde hace años. Poco importa que la química entre ellos sea inventada, que Myriam haya pedido permiso y que la chica de Lagos en realidad sea otra… fue precisamente este encuentro el que relajó el resto de la noche. Ni las gangosas canciones de Juan Luis Guerra, ni la ilógica frase de Hernández (“un hombre que tiene la grandeza que sólo tienen los grandes”) lograron opacar la empatía de los animadores.
La noche siguió sin sorpresas… unos españoles Andy y Lucas que se alargaron como chicles, las competencias (internacional y folclórica) con eternas introducciones antes de cada canción y la ultra esperada (pero no tan impactante) actuación de Miranda!, que tuvo la suerte de cerrar un poco más temprano que otros años.
Y aparecieron ellos… del mismo libro mágico y en medio de humo, challas y hasta detonaciones, salió la pareja más “mágica” que ha tenido Viña en los últimos años. Repletos de papelitos plateados y con sonrisas que parecían de auténtica felicidad, Myriam Hernández y Sergio Lagos derrochaban energía. Ella, con su pinta de Virgen María postmoderna, presentó a su “protegido”, que más bien se transformó en su protector… porque era a él a quien quería ver el ‘Monstruo’, él quien se ha dedicado a decir en cada momento que Myriam es su amiga, su cómplice, incluso su cábala. Y Lagos escondió de la mejor manera sus nervios, con frases como “con el corazón en la mano quiero agradecer a este loco, maravilloso y alucinante público”… y supo callarse justo a tiempo… cuando la gente pedía el beso… porque la gente no estaba para “sentidos” discursos, este monstruito quería acción.
Y poco importa si lo ensayaron, lo planearon o fue todo un show… por primera vez en Viña tuvimos romance de verdad. Con un paseíto a media luz, un coqueto diálogo y el supuesto beso en la boca… todo un espectáculo que esperábamos desde hace años. Poco importa que la química entre ellos sea inventada, que Myriam haya pedido permiso y que la chica de Lagos en realidad sea otra… fue precisamente este encuentro el que relajó el resto de la noche. Ni las gangosas canciones de Juan Luis Guerra, ni la ilógica frase de Hernández (“un hombre que tiene la grandeza que sólo tienen los grandes”) lograron opacar la empatía de los animadores.
La noche siguió sin sorpresas… unos españoles Andy y Lucas que se alargaron como chicles, las competencias (internacional y folclórica) con eternas introducciones antes de cada canción y la ultra esperada (pero no tan impactante) actuación de Miranda!, que tuvo la suerte de cerrar un poco más temprano que otros años.
La gran vergüenza de la noche la vivió Myriam, cuando de su inoportuno micrófono abierto se escuchó cómo discutía con la dirección: “¿le damos la de oro ahora o esperamos que cante otra canción?”… en uno de los bis de Juan Luis Guerra. Ni las risas nerviosas de Lagos pudieron callar lo obvio… sí, siento desilusionarlos, pero no somos nosotros los que pedimos las antorchas, es la organización la que las decide. Yo lo intuía, pero nos podrían haber evitado una verdad tan cruda.
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