Que José Feliciano estaba pasado de moda… que el desconocido comediante Carlos García se iba a transformar en alimento para el monstruo… los periodistas preparaban sus afiladas plumas (eso sí que suena añejo) cuando este amable, tierno y cada vez más manso gatito en que se ha convertido el otrora despiadado público festivalero, comenzó a delirar y casi llorar de la emoción con el puertorriqueño y terminó exigiendo el regreso del humorista mexicano.
Era el segundo día de fiesta y los dueños de casa se paseaban con total confianza. Nuevamente entraron de la mano, una Myriam mucho más estelar y atractiva y un Sergio Lagos de blanco y bastante mejor maquillado… sonrientes, sin enterarse de que parte de la escenografía que cayó al suelo estuvo a punto de golpearlos en sus cabezas. Tomándose demasiado en serio la supuesta química que nos han mostrado todos estos días, invitaron al público a un besuqueo masivo… y después de tanto calugazo, qué mejor que vibrar con quien podría haber calzado perfectamente en “Rojo Vip”… José Feliciano. Ok, todos recordamos esas canciones melosas, pero una hora y cinco minutos de su música es más de lo que puedo soportar (¡valor!). Por eso agradecí más que nadie la maestría de Sergio Lagos cuando, tomándole el hombro, le dijo: “tenemos una noche que debemos continuar irremediablemente”… o sea, “ni se te ocurra pegarte”… y sí, es un grande (como le dice Myriam a cualquiera que pise el escenario), pero basta, hasta luego, ha sido un placer. Nos quedó demostrado que es un maestro.
Pero fue el desconocido humorista mexicano Carlos García quien tuvo que abrirse un espacio en medio de las pifias (que ya se oían antes de que pusiera los pies sobre el escenario) y una vergonzosa falla de audio que no permitió que se escuchara su primera frase… y sorprendió… a punta de guitarreo, buena voz y un humor simple y simpático, hasta se rió de los periodistas que no le daban más de cinco minutos.
Era el segundo día de fiesta y los dueños de casa se paseaban con total confianza. Nuevamente entraron de la mano, una Myriam mucho más estelar y atractiva y un Sergio Lagos de blanco y bastante mejor maquillado… sonrientes, sin enterarse de que parte de la escenografía que cayó al suelo estuvo a punto de golpearlos en sus cabezas. Tomándose demasiado en serio la supuesta química que nos han mostrado todos estos días, invitaron al público a un besuqueo masivo… y después de tanto calugazo, qué mejor que vibrar con quien podría haber calzado perfectamente en “Rojo Vip”… José Feliciano. Ok, todos recordamos esas canciones melosas, pero una hora y cinco minutos de su música es más de lo que puedo soportar (¡valor!). Por eso agradecí más que nadie la maestría de Sergio Lagos cuando, tomándole el hombro, le dijo: “tenemos una noche que debemos continuar irremediablemente”… o sea, “ni se te ocurra pegarte”… y sí, es un grande (como le dice Myriam a cualquiera que pise el escenario), pero basta, hasta luego, ha sido un placer. Nos quedó demostrado que es un maestro.
Pero fue el desconocido humorista mexicano Carlos García quien tuvo que abrirse un espacio en medio de las pifias (que ya se oían antes de que pusiera los pies sobre el escenario) y una vergonzosa falla de audio que no permitió que se escuchara su primera frase… y sorprendió… a punta de guitarreo, buena voz y un humor simple y simpático, hasta se rió de los periodistas que no le daban más de cinco minutos.
La “onda” entre Myriam y Sergio se desplegó una vez más durante la “cantada” presentación de Sin Bandera… porque Lagos no conoce la vergüenza (o no se ha escuchado cantar) y porque Hernández se ríe hasta de sus errores más elementales (como olvidar el nombre de uno de los dos integrantes de uno de los grupos más populares del momento). El público venía a entregarle todos los premios a Sin Bandera y por primera vez en mucho tiempo, escuchamos fuerte la voz del monstruo. Fue Sergio Lagos quien rompió una vez más los esquemas y pidió que fuera el público (y no el director) el que lo decidiera.
Un “hiperventilado” Sergio Lagos tuvo que pedir –de manera muy poco ortodoxa- respeto para el grupo Illapu… porque a pesar del largo corte comercial, la gente quería más Sin Bandera. Me imagino que gran parte del público puso la misma cara de impacto que yo después de la seudo-tirana del animador… y empezó Illapu, una banda en etapa de reinvento, pero básicamente con un espectáculo visto. Aunque lamentablemente esta vez con fallas de sonido y saliendo demasiado tarde a escena.
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