Hace rato no se me llenaban los ojos de lagrimas con la palabras de una persona. Ahora no fue por uno sí, son varios o tal vez 21. La convicción con la que hablan los elegidos por José Sulantay es digna de alabar, de emocionar, de dejar guardaba en discos para que las próximas generaciones aprendan. Sin egocentrismos, se habla de la importancia del resto. Sin altanerías se habla de campeonar y sin “libertad de expresión” se calla a aquellos que pretenden dejar de lado una de las mayores virtudes de esta selección: la humildad.
Ellos están soñando por un país que no se atreve nunca a soñar, que se conforma con lo que les dan. Por eso los callamos, porque nos da miedo que haya gente que piensa en que podemos algún día ganarle a nuestra historia, a nuestras raíces a nuestras tradiciones. Por lo mismo, Sulantay pide cautela, aunque sólo es de la boca para afuera, porque si sus muchachos hablan así es porque “padre” les enseñó. Pero el “Negro” es de la generación de los miedos y de los sueños truncados, esta sub 20 no. Por eso hay que dejarlos soñar.
A las divisiones inferiores, bien poco, se les toma el peso en nuestro país. Salvo aquellos que comprendieron que sin un trabajo serio en las bases, es imposible lograr cosas en categorías adultas.
Uno de los privilegiados es Don José, un hombre que tiene impresa su marca en los jóvenes de esta generación, incluso más, que en la que dirigió el 2005. Por lo mismo ha dicho sin problemas que esta selección es mucho más poderosa que la anterior. Se ha dicho que en lo físico sí, pero aun no siendo así en lo futbolístico, este equipo es un cuerpo y se nota. No depende de individualidades y su matriz es el juego colectivo.
A esto hay que sumar algo trascendental, los muchachos creen a destajo, en lo que pueden conseguir y no es fe, es convicción. Sufren con los empates y se increpan, en la cancha, si alguien da por perdido un balón.
Ejemplos hay muchos. Medel es una fiera, un hombre que tiene claro que los partidos duran 90 minutos y son a muerte; Vidal, que aunque es de los que hay que bajarlos de repente, es de los que no dan por perdida una pelota, va a todas y deja el alma en la cancha. Otro de los pilares, por su gran experiencia, es Carlitos Carmona, un hombre que pone las pausas dentro y fuera de la cancha. Es asombrosa la interna de este chico, que refleja el cariño que existe en el camarín. Después de tener problemas con Vidal (en el sudamericano), le regala lo que tiene en los pies y le ofrece reverencia con cada gol.
De ellos tienen que aprender: los que vienen, los que están y los que ya pasaron. De ellos debe aprender la gente que está cerca del fútbol: la prensa, dirigencia, direcciones técnicas. De ellos tiene que aprender este país, porque de nuestra idiosincrasia son los triunfos morales y no necesariamente de nuestros jugadores. Bendita lo que comieron, tomaron, respiraron estos chicos. Porque esto no es de sangre, estos es de mente. Bendito quienes se fijaron en ellos y benditos los que le han inyectado en ellos amor y han cultivado la inteligencia para deslizar un balón. Pero muy malditos aquellos que siguen pidiendo que se callen, cuando dicen que quieren ser campeones del mundo. Que se callen ellos y que dejen que el resto cambie nuestra tradición cagona.
Ellos están soñando por un país que no se atreve nunca a soñar, que se conforma con lo que les dan. Por eso los callamos, porque nos da miedo que haya gente que piensa en que podemos algún día ganarle a nuestra historia, a nuestras raíces a nuestras tradiciones. Por lo mismo, Sulantay pide cautela, aunque sólo es de la boca para afuera, porque si sus muchachos hablan así es porque “padre” les enseñó. Pero el “Negro” es de la generación de los miedos y de los sueños truncados, esta sub 20 no. Por eso hay que dejarlos soñar.
A las divisiones inferiores, bien poco, se les toma el peso en nuestro país. Salvo aquellos que comprendieron que sin un trabajo serio en las bases, es imposible lograr cosas en categorías adultas.
Uno de los privilegiados es Don José, un hombre que tiene impresa su marca en los jóvenes de esta generación, incluso más, que en la que dirigió el 2005. Por lo mismo ha dicho sin problemas que esta selección es mucho más poderosa que la anterior. Se ha dicho que en lo físico sí, pero aun no siendo así en lo futbolístico, este equipo es un cuerpo y se nota. No depende de individualidades y su matriz es el juego colectivo.
A esto hay que sumar algo trascendental, los muchachos creen a destajo, en lo que pueden conseguir y no es fe, es convicción. Sufren con los empates y se increpan, en la cancha, si alguien da por perdido un balón.
Ejemplos hay muchos. Medel es una fiera, un hombre que tiene claro que los partidos duran 90 minutos y son a muerte; Vidal, que aunque es de los que hay que bajarlos de repente, es de los que no dan por perdida una pelota, va a todas y deja el alma en la cancha. Otro de los pilares, por su gran experiencia, es Carlitos Carmona, un hombre que pone las pausas dentro y fuera de la cancha. Es asombrosa la interna de este chico, que refleja el cariño que existe en el camarín. Después de tener problemas con Vidal (en el sudamericano), le regala lo que tiene en los pies y le ofrece reverencia con cada gol.
De ellos tienen que aprender: los que vienen, los que están y los que ya pasaron. De ellos debe aprender la gente que está cerca del fútbol: la prensa, dirigencia, direcciones técnicas. De ellos tiene que aprender este país, porque de nuestra idiosincrasia son los triunfos morales y no necesariamente de nuestros jugadores. Bendita lo que comieron, tomaron, respiraron estos chicos. Porque esto no es de sangre, estos es de mente. Bendito quienes se fijaron en ellos y benditos los que le han inyectado en ellos amor y han cultivado la inteligencia para deslizar un balón. Pero muy malditos aquellos que siguen pidiendo que se callen, cuando dicen que quieren ser campeones del mundo. Que se callen ellos y que dejen que el resto cambie nuestra tradición cagona.
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