Conocí a Berta Cáceres en 2009, pocas semanas después del golpe de Estado en Honduras, mientras recorríamos el país con un conjunto de organizaciones internacionales en una misión por la libertad de expresión.
Me entrevisté con ella como líder del Consejo Cívico de Organizaciones Populares de Honduras (Copinh), entidad asociada a Amarc, Asociación Mundial de Radios Comunitarias, organización a la que representaba en esa misión. Eran varias las radios comunitarias que funcionaban en la zona indígena salvaguardando su cultura y defendiendo sus territorios.
Pude constatar la preocupación de Berta, del pueblo Lenca, por el futuro de las reservas de agua, en especial por el Río Blanco, frente a la inminente actuación de un gobierno dictatorial que daría amplias garantías a las empresas nacionales y transnacionales poniendo en peligro el medio ambiente y los territorios de los pueblos indígenas.
Una de las conclusiones de la misión de la época fue que la libertad de expresión se ejercía en un entorno adverso y en condiciones de una alta inseguridad para periodistas y comunicadores, el eslabón más débil de esa cadena eran las radios comunitarias emplazadas en territorios indígenas. Al mismo tiempo la misión interpeló al gobierno de facto y especialmente a la comunidad internacional a proteger la vida de los y las líderes sociales.
Siete años después el mundo se conmueve con el asesinato de Berta, seguimos su trayectoria conocimos sus logros como líder medioambientalista, que junto a las comunidades campesinas e indígenas lograron detener en 2013 la construcción, con capitales chinos a través de Sinohydro y del Banco Mundial, de una represa en Río Gualcarque.
De ahí en más se multiplicaron las denuncias sobre hostigamientos, asesinatos a integrantes de las comunidades de la zona y a dirigentes ecologistas e indígenas. Además de la judicialización de Berta por parte del Ministerio Público y una campaña muy agresiva promovida por el consejo hondureño de la empresa privada en medios de comunicación, criminalizando las reivindicaciones del pueblo Lenca.
Ni el Nobel ambiental (Premio Goldman), ni las medidas de protección de la Comisión Interamericana de DDHH, CIDH que pidió medidas cautelares, lograron salvar la vida de Berta.
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Por Maria Pia Matta Cerna
@mattacerna
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