Frase de la Semana

“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el arte de vivir juntos, como hermanos.”.

lunes, febrero 27, 2006

Cuarta Noche De Festival De Viña Del Mar 2006.

El Monstruo se puso nacionalista

Realmente no entiendo lo que pasó anoche… me cuesta digerir lo que fue la cuarta jornada de principio a fin… porque cuando pensamos que todo está dicho en este Festival de Viña, algo más extraño está por venir. No sé cómo se las arregló el público para soportar a esos viejos con pinta de motoqueros gringos de Kansas durante casi una hora… parecían abuelitos rockeros, simpaticones, medio patacheros, pero nada para morirse. Una vez más nuestros generosos animadores, que abrieron la velada con un sentido y agradecido discurso, optaron por regalar rápidamente una Antorcha y despachar a los músicos y su único éxito.
De ahí en adelante, la noche se puso surrealista… okey, todos echábamos de menos a nuestro ballet nacional… todos habíamos comentado lo raras que eran las oberturas y lo mucho que extrañábamos la cueca, las mallas de pescadores, los canastos sobre las cabezas de esas mujeres con caras redondas. Pero fue mucho… salió el Ballet Folclórico Nacional (Bafona) y se gatilló el sentimiento más nacionalista que haya experimentado el querido y entrañable Monstruo… basta de encaletarnos argentinos hasta en el ballet del Festival de Viña… basta de modelos pechugonas que bailan, besuquean y hacen topless para asegurarse el reinado… viva Chile mierda!, y queremos que lo nuestro tenga un lugar destacado.

Algo le pasó a este Monstruo chileno, rabioso, querendón, que de pronto apreció lo nacional. Y los bailarines no lo podían creer… el público no quería que se movieran de la Quinta Vergara sin llevarse todos los premios posibles… y no una Antorcha ni dos… ¡dos Antorchas y dos Gaviotas mi alma, que para eso somos chilenos! Les costó a Myriam y Sergio manejar la situación. El silencio se hizo incómodo y las intérpretes colombianas de la Competencia Folclórica que ya se encontraban sobre el escenario, se quedaron en blanco. Momento tenso, que terminó con las sonoras rechiflas ante la presentación de Argentina y el enojo de Sergio Lagos, que le llamó la atención al público: “no nos contradigamos, no caigamos en contradicciones tan grandes, si queremos, queremos de verdad, no a medias”. Pero la gente no estaba para discursos, y menos para el canturreo de un Lagos que no se escuchó precisamente virtuoso con “Mi Viejo”, e insistió con un “Y, fuera, y, fuera”.

Menos mal que lo que venía era Coco Legrand… porque cualquiera que no hubiera sido chileno tenía serio riesgo de salir trasquilado. Pero el Coco es querido, y apareció como un verdadero viejo motoquero, pero choro y genial. Con historias cotidianas, divertidas, llenas de detalles jugosos. Y aunque tuvo momentos de profunda nostalgia y estuvo al filo de excederse en reflexiones filosóficas, el Coco se ganó cada uno de los premios que recibió de manos de un público que se siente identificado con sus cuentos.

El show de Joe Vasconcellos sonó más repetido que nunca… y eso es mucho decir, porque este fiel exponente de la pura y sencilla buena onda viene a la Quinta demasiado seguido. Con una voz bastante más gastada y un repertorio que ya conocemos de memoria, el Joe ni siquiera demostró la fuerza que siempre le hemos visto… ¿culpa suya, o de la organización, que lo ha invitado tres veces en los últimos siete años?.

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